viernes, 9 de marzo de 2012

I’m a Villain!

 

¡Hola, miembros de la Asociación de Lectores y Escritores! Seré el primero en presentarme en esta nueva idea. Todos me conocen como Zydder  (bueno, casi nadie me conoce, pero no importa) y soy el villano de la Asociación. Estoy en los lugares más alejados, mas recónditos, esperando el momento adecuado para preparar el golpe. Para tomar el poder y convertirme en el nuevo dictador (digo, líder) del grupo. Pero aún no lo he logrado. Algún día, de seguro.

 

Ahora en serio. Soy uno de los colaboradores de este casi olvidado blog. Mi objetivo en realidad es escribir una que otra reseña de algún Fanfic o Historia Original olvidada, una de ésas de las cuales nadie lee y pasa a segunda página sin darle oportunidad alguna. La vida es cruel, y muchos escritores fracasan generalmente por no tener ideas demasiado atractivas. Pero sus ideas siguen siendo muy buenas. Un par de ajustes y ¡listo!

Cuenten conmigo para cualquier duda. Y para cualquier intento de golpe también. Si no eres popular, no te estreses, no significa que seas un desastre para escribir. Bueno, y si eres popular, ¡Bien por ti! Pero no te descuides, vigila bien tu ortografía y tu trama, puedes terminar muy mal si lo descuidas. En realidad no soy tan malo, puedo ser sociable en ocasiones.

 

Espero, amables amigos, que sigan al tanto de este blog. Hay una idea en mente que podría cambiar el asunto de los escritores pocos populares. ¡Manténganse al tanto! ¡Nos vemos!

martes, 14 de febrero de 2012

The Ephemeral and the Eternal



The Ephemeral and the Eternal

El cabalgar de un caballo resuena sin cesar, un sonido que resalta en medio de un bosque. Pronto los cascos del enorme animal se detienen abruptamente, debido al movimiento de su jinete a las riendas. Enfrente se muestra una señal de madera marcada torpemente con indicaciones. Un hombre baja de un salto hasta el suelo, su rostro se mantiene oculto bajo la sombra de su capucha, su atuendo no es más que un compilado de ropas desgastadas y los agujeros revelan una piel lastimada. Se acerca a la señal y quita el moho para leer lo escrito, exponiendo una improvisada venda que se enrolla en su brazo,  en un intento por cubrirla de los rayos del sol que se cuelan por los árboles. La indicación es correcta y decide seguir adelante. Voltea un instante al camino recorrido, una vereda llena de cuerpos de animales en estado de descomposición y cuyo olor pestilente es intenso, obligándolo a cubrir su boca y nariz con restos de vendaje que sobran por su cuello, una acción que solo lo hace más soportable porque es imposible no percibirlo. Sube de nuevo al enorme corcel y emprende la nueva dirección que aun no manifiesta evidencias de aquello de lo que huye.

Al final del bosque una pequeña vereda llena de piedras muestra crecimiento de vegetación, una seña factible de que no ha sido cruzada con regularidad, sin embargo poco a poco unas huellas aparecen, marcas recientes e inconfundibles de un caballo avanzando a grandes zancadas. Esto lo hace cambiar su expresión a una de preocupación y apresura las riendas de su equino amigo, su único acompañante en este inesperado viaje. Y, aunque es solo una especulación, no puede permitirse descansar, al menos no en esos momentos. El temor de que alguien haya llegado antes que él invade su cuerpo.

A la distancia un puente de piedra se dibuja, una construcción que permite cruzar un arroyo que amenaza con secarse. Al otro lado aguarda un pequeño pueblo, una comunidad apartada de las demás por un extenso y agotador camino. La fama de sus animales de pradera y perros de cacería es muy distinguida. Las historias sobre este lugar son acogedoras y formaron una vez parte de los sueños del hombre, es una pena que no esté ahí por esas razones. Entra y se percata de que no hay personas a la vista y las casas mantienen sus puertas cerradas. Al adentrarse observa finalmente lugareños, pero no encuentra más que sus miradas frías, observándole desde pequeñas hendiduras formadas por puertas y ventanas entreabiertas, quienes al verse descubiertos, las atrancan con furia, como si eso pudiera evitar la posible hostilidad de la anormal presencia que representa para ellos.

El hombre sabe de inmediato que es esa sensación que recorre su cuerpo, si, parece que ha llegado tarde. Se detiene en la única posada del lugar, amarra su caballo a un viejo poste de madera astillada, entra al local y pide una habitación. El dueño cede por cortesía o quizás la necesidad de estabilizar su economía, no lo dice, pero su actitud deja leer entre líneas un rencor a los foráneos que emergía por cada diminuto gesto.


Habitación en la planta alta del local. Un cuarto luciendo minimalista, adornado solo con un espejo de frente a una cama. El hombre lo encuentra bien, es suficiente para él, se quita sus ropas y busca su reflejo en el espejo, lo encuentra desagradable y peor de lo que se había imaginado, las vendas sueltas vuelven a recordarle el deplorable estado de su piel. Una condición que ha visto antes y cuyo final conoce de antemano. Es consciente de que no podrá escapar. Se cubre con nuevos vendajes y espabila un poco. Baja y sale a caminar al pueblo.

Un herrero es lo que necesita, su caballo no está en condiciones de seguir adelante. El hombre considera una noche para la recuperación y, en caso de ser necesario: sacrificarlo, conseguir otro primero es vital, porque aun no sabe si tendrá que sacrificarlo.

Camina por las calles en busca del maestro del metal. Sin embargo es necesario decir que es un extraño, y la herramienta más útil en esa situación es preguntar. Golpea la entrada de algunas casas, pero es ignorado por la mayoría, y los pocos que aún muestran un rastro de bondad, al final le cierran la puerta en la cara. El hombre debería de sentir indignación, quizás impotencia u odio, pero entiende muy bien lo que sucede, que no hay razón para eso, la situación actual lo amerita. El sol en lo alto se mueve lentamente cuando en su caminar advierte una casa con una herradura al frente, asume que ese podría ser el lugar que busca y entra sin desidia. Un niño se cruza con él, un pequeño que tiene los ojos rojos de tanto llorar. El hombre se aturde y de inmediato algunas imágenes pasan por su mente. Si, un pequeño con una sonrisa y una piedra mal tallada que adorna tierra amontonada. Desvanece un instante pero es regresado a la realidad por aquellos llantos que no puede pasar por alto.

                -¿Qué te ocurre niño?- pregunta
                -¡Mi abuelo, mi abuelo está! -Dice el chico entre sollozos

                El hombre es encaminado por el pequeño a una casa de madera a un lado. El lugar está en mal estado, la cocina carece de madera y una olla colgada contiene caldo con un color verde característico de comida perdida, el polvo de la habitación desvela pasos que apuntan a un lugar en el fondo; otro cuarto donde un anciano con las mismas marcas que él yace en una cama. Se escuchan gritos de dolor, quizás impotencia. Sabe que no hay nada que pueda hacer, y también sabe que no le queda mucho tiempo. Acompañarlo en sus últimos momentos es todo lo que puede hacer por él, y hay una razón muy específica para ello. Toma una silla de madera y cuero endurecido y mira atentamente al viejo, reconoce las señales, son inconfundibles, Si, las mismas que se llevaron a su esposa, llagas en la piel, delirio, dolor, ardor y algo más tácito que inunda el ambiente.

                El hombre se hunde en reminiscencias; recuerdos de una vida que ha cambiado bastante rápido, acuden  a su mente imágenes de una familia que se siente lejana, como si fuera el sueño de una noche de verano. Los bosques que una vez albergaron una gran diversidad de animales pronto quedaron vacíos, cayendo lentamente durante días, semanas. Un aroma en particular alcanzó su vivienda, su hijo fue el primero en mostrar los signos, su esposa lo siguió casi al unísono.

                Las noches en vela pasaron lentamente, las plegarias al cielo no surtieron ningún efecto, cuando se dio cuenta de que su cuerpo también había sido alcanzado notó que en todo el pueblo ocurría lo mismo. Inició pronto una búsqueda desesperada por una cura que terminó en fracaso, nadie sabía que estaba pasando, nadie podía hacer nada al respecto. No pasaron muchos días cuando entre lágrimas, lamentos y un vacío inexplicable tuvo que tallar en piedra un monumento, aquel que guardaría la memoria de su hijo por toda la eternidad. Su esposa quedó tan destrozada que prefirió dormir sin predilección de despertar. Ya eran dos lápidas labradas por su mano, y sin interés ni intención de nada, esperó por una muerte que le fue negada en ese momento.

                -Algo había ahí- concluyó

                La tarde ocurrió sin ningún cambio, y claro, sin ninguna mejora. Ya era de noche cuando llegó el momento de lo inevitable. El niño, el anciano y él, eran las únicas personas en la habitación, sin embargo el enfermo miraba a otro lado, acompañado de una sensación de terror extremo. Inmediatamente recordó los últimos momentos de su esposa, la fuerza con la que apretaba su mano, la expresión de terror y que en lugar de verlo a él, su mirada estaba en otro lado como si vislumbrara una entidad que los acompañaba.

Nuevamente observa lo mismo y ahora ya no lo duda, ahí hay algo pero no logra mirar nada, no hay nadie más en la habitación. El viejo empieza a temblar, ya no es dolor, sino un terrible miedo que lo aturde, que lo hace morderse la lengua, dejándolo en shock, inexpresivo, muerto.

                El hombre agobiado por vivir todo esto por segunda vez no puede encontrar el valor para simplemente irse. El niño le recuerda que fue padre y también esposo. Una lágrima logra salir de su rostro y cae de rodillas en un instante lleno de empatía, ahora más que nunca es consciente de estar en el límite; el final del ineludible destino que enfrenta y la posibilidad de que el camino lleno de cuerpos putrefactos que ha recorrido pronto podría llegar a su fin.

Run Won’t Change Anything

Ha llegado la mañana y el cansancio ha logrado detener los llantos del niño, el hombre durmió en el suelo y en su rostro las lágrimas de la noche anterior dejaron líneas color carmesí que ahora están secas. Se levanta y cubre con una sábana sucia el cuerpo del anciano. Al final del día ya tiene una nueva imagen inmortalizada en su memoria, si, otro montón de tierra apilada, en la que una herradura adornará eternamente el descanso de ese desconocido maestro del metal.
Pocos días han pasado, y como un diente de león en un día de tormenta, el pueblo fue arrasado por un enemigo invisible que consumió su vida paulatinamente. El hombre está acostado en la cama, su piel ha perdido rastro de su color natural y las sábanas se tiñen con las escoceduras ocultas bajo la ropa. El niño está aturdido, esto es demasiado, ya no es capaz de comer o salir a jugar, ese hombre recostado es lo más cercano que tiene a una familia y sabe que pronto no quedará nadie.

El lapso que acompaña su tristeza es corto, sus padres perdieron la vida ante un jinete en el bosque,  su abuelo también se ha ido, y durante los momentos más críticos, el niño le confiesa sus temores.

-¡Por favor no te vayas!- se escucha decir al pequeño

Sin embargo el hombre se siente feliz, finalmente la hora que había estado esperando ha llegado, y nunca pensó terminar en un lugar como ese, pero no es algo que le incomode.

-¡Si yo sobreviví, tú también!- grita el niño

El hombre cambia levemente su expresión, a una mueca indescifrable, sin darle un verdadero significado a esas palabras. Y, el momento finalmente llega, cuando las agujas del reloj parecen casi detenerse, en un suspiro ahogado, y el camino parece que terminará pronto, se revela una misteriosa figura enfrente de él.

-Por favor, sea quien seas, llévame con mi familia- dice el hombre con una expresión de alegría, que contrasta con el cuerpo mutilado que posee.

La presencia advierte su petición y duda un momento ante lo inesperado de las palabras, sin embargo extiende su mano a él. El hombre intenta levantarla pero no puede, solo voltea un momento a ver al niño, la expresión le cambia inesperadamente, observa que el chiquillo también está mirando a esa presencia enfrente de él. Tiene la boca y los ojos abiertos de par en par, su respiración es completamente descontrolada, hace pensar que en cualquier momento puede echarse a correr o llorar con total pánico, pero eso no sucede, solo le observa, callado. Queda atónito del evento, preguntándose porque.

                -¿Puedes verla?- dice el hombre con las últimas fuerzas que le quedan

Pero no fue suficiente y el niño ignora el comentario, incontenibles lágrimas brotan por su rostro, el dolor de una herida sobre otra que no había cicatrizado. Sin embargo es un niño, y no puede acarrear el cuerpo de un adulto. Sus peticiones por ayuda fueron negadas, su presencia fue considerada despreciable. La poca bondad que necesitaba para enterrar un cuerpo fue pagada con golpes, desprecio y humillación, fue echado del pueblo agonizante, sin esperanzas y sin compasión.

                Soledad, tristeza y una inocencia robada caracterizan al pequeño, quien ahora camina sin rumbo por aquello que quedó marcado en su vida. La búsqueda de un ideal en un mundo putrefacto. Tomó prestado un libro, una guarida para lo único que le queda. El recuerdo de aquel hombre y la figura de esa presencia misteriosa.


The Memories of few can be the Nightmares of the others

 ¿Qué es un día en mi existencia? Mi maldición, un absurdo precio por continuar mi vida. Recibido por la bondad de sus corazones, exiliado por el odio que en verdad sienten hacía mi. ¿Qué soy yo? Un emisario, sin rumbo; un vagabundo. Un portador

The Man from the earth have many dreams, but the reality have only Nightmares

¿Por qué no morí? ¿Por qué sigo vivo? ¿Por qué no puedo encontrarla?
Todo desvanece a mi alrededor, negándome lo único que en verdad deseo, irrumpir esta soledad que ahora me consume, corrompe mi alma manteniéndome en un doloroso borde entre de la verdad y el engaño.

Every moment is a step towards to…

En medio del bosque una luz da nacimiento a siluetas en los árboles, tenebrosas sombras amorfas que se mueven inherentes al viento, ahí se encuentra un hombre dormido junto a una fogata, no hay nadie más cerca, en su rostro rueda una gota de sudor, quizás una pesadilla lo acompañe. Hace algunos sonidos que aseguran que pasa por un mal sueño. Su pasado tal vez.

Sin previo aviso su cuerpo se estremece, como si hubiera recibido un golpe tremendo, sus uñas se clavan en la tierra de forma feroz, dejando con ellas un surco de tres líneas de poca profundidad, presiona sus dientes con fuerza, haciéndolos crujir al tiempo que presiona sus ojos. Mueve sus labios en un susurro inaudible, un llamado desesperado, por un momento se puede ver el vapor helado saliendo de su boca, la temperatura desciende de repente. El fuego que hace unos segundos estaba avivado, ahora parece desfallecer lentamente ante pequeñas corrientes de viento, vive y luego agoniza en una danza efímera pero no parece morir, su luz se mantiene como un suspiro en medio de la oscuridad.

El hombre abre súbitamente los ojos, recorre deprisa el lugar con ellos pero no encuentra nada inusual, solo figuras de sombras que crecen con intención de cubrirlo todo. Una sensación recorre su espina dorsal, fue un mal sueño es seguro, sin embargo ha tenido un impacto tan grande que sus manos tiemblan sin poder detenerlas. Nota la suciedad entre sus uñas y su cuerpo capta el frio que envuelve al lugar. No es un frio proveniente del clima, sino de algo más, cuya existencia aún no se puede explicar con palabras.

Los primeros rayos del sol se cuelan a través de los árboles, anunciando el nacimiento de un nuevo día, la fogata ya se ha apagado, y de ella se desprende un hilo de humo blanco que sube hasta perderse en el cielo, se levanta de su lugar para ponerse en marcha nuevamente y echa tierra para prevenir cualquier accidente con el fuego, una costumbre que aprendió de niño, aunque ya no tiene importancia en su pensar. Se inclina un poco y toma una bolsa de tela que lanza sobre su espalda, sin más continúa su caminar, su búsqueda por su propia verdad. Sobre su mano derecha sujeta un libro con aspecto maltratado, lo ojea un poco mientras se dirige a la salida.

El bosque termina, y una pradera se dibuja enfrente de él. Cerca de ahí observa un pueblo y decide ir en esa dirección. Al cruzar la entrada se percata de un silencio absoluto; este es otro pueblo fantasma, una señal obvia de que estuvo ahí antes. Cada paso que da golpea en su memoria, armando como si fuese un rompecabezas ese camino que robó la inocencia que tanto lo caracterizaba de niño, acarreando a su espalda algo invisible que solo trae desgracia donde sea que vaya. Con un objetivo en mente busca entre los escombros algo que le pueda ser útil, pero conforme pasan las horas no encuentra nada. Se sienta fuera de una casa abandonada y abre de nuevo el libro. Empieza a hojearlo

Las hojas del libro contienen su alma, grabada en tinta durante los largos años que ha durado su travesía. Tantos lugares descritos en sus palabras, ciudades enteras que han desaparecido por su culpa, una que lleva consigo día a día, no quiere olvidarlas, pues siempre ha dejado una secuela de tristeza, soledad, muerte. Alguna razón lo ha llevado de regreso a este mismo pueblo, en donde el vacío lo golpea en el rostro, como si fueran bofetadas cargadas de culpa y desesperación.

No es recomendable quedarse por mucho tiempo, lo sabe muy bien. ¡Es mejor largarse!

Cierra el libro, y en su portada están las iniciales de un hombre cuyo nombre desconoce y que era el dueño original, un hombre que ha sido el único cuya expresión no fue de horror como todos los demás enfrente de ella, de nuevo piensa en ella, si, una presencia de la cual está convencido tiene un enlace que lo ha observado sobrevivir a su maldición. La sensación de que ella tiene respuesta que él desconoce lo motiva, no, sería más correcto decir que lo obsesiona con una fuerza terrible capaz de sobreponerse a  las pesadillas que lo atormentan, una razón que justifica su vida.

-¿Otra vez no te encontré? ¿Cuánto tiempo debe pasar para que la vuelva a ver? - Escribe en el libro.
-Como si fuera el sueño de una noche de verano, sigo con vida, aferrándome a una existencia que solo logro ver a lo lejos.

                Sus pasos lo llevan a un gran cementerio, se detiene justo en la enorme puerta de metal, o lo que queda de ella, que ya esta oxidada y algo resquebrajada por el pasar del tiempo, el chillido que hace la verja al ser golpeada por el viento, es molesta pero es atrayente. Sin dudar un tan solo segundo, encamina sus pasos hacia adentro, pasando entre las tumbas.

-¿Qué es esta sensación? Algo percibo en el ambiente, es frio; Intenso- Escribió en el libro.

                Una sonrisa se forma en su rostro, ella podría estar aquí. ¿Acaso su búsqueda desesperada ya había terminado?, podría verla al fin después de tanto tiempo, siente su cuerpo temblar ante esa posibilidad. ¿Podría su viaje haber terminado al fin de cuentas?

Los pasos pronto se transformaron en enormes zancadas, tumba tras tumba esa sensación parecía inmutable, la posibilidad de que todo llegaría a su fin lo movía como una obsesión inmaculada, ocupando su mente sin darle espacio a nada más. Corrió por senderos de lápidas interminables y a pesar de que parecía el lugar perfecto no encontró rastro de lo que buscaba, la esperanza era tan grande que tuvieron que pasar horas para que desistiera.

Frustración e impotencia eran expresiones que mostraban su rostro, y el gran dolor que conlleva tener esperanzas desvanecidas. Derrotado. El nivel que había tenido que soportar todos estos años era más que suficiente, se detiene en una tumba en particular con letras muy grandes talladas. Se deja caer en el suelo, y empieza a recordar en su cabeza lo que ha sido de su vida. Al parecer ya no importa.

Saca un pequeño cuchillo de su cintura y hace dos cortes profundos en sus manos. La sangre fluye por su cuerpo, la sensación de sueño pronto lo alcanza, hace frío y lo percibe justo por haber llevado una vida de destrucción. Sus ojos empiezan a cerrarse, no puede evitarlo pero no es una idea que le desagrada, sin embargo algo aparece enfrente de él, lo que siempre estuvo buscando, ella.

-¿Por qué ahora? -Pregunta débilmente– Yo… siempre he estado buscándote, me mantuve con vida para encontrarte y al final tú me has encontrado-




Every moment of life is a step towards death

-He visto tu vida a lo largo del tiempo, tan frágil y pasajera, viene siendo como el esplendor de una mañana cargada de neblina, o el manto rasgado de una reciente noche que ya se extingue, bajo los fieros rayos de luz vespertina. Ha llegado al fin tu momento, vengo por ti-

-Yo siempre te he estado buscando –Balbuceo con una mueca de sonrisa en su rostro-

-¡Has caminado en busca de un ideal, no de mí! –Refutó con su estridente voz- ¡No sabes nada! ¿Qué es la Muerte? Escucho a todo el mundo preguntárselo por lo menos una vez en la vida. Es solo una palabra, una etiqueta designada por ustedes para dar nombre al final de su ciclo.  La muerte es la única que tiene derecho a llevarse una vida, ya que todas ellas le pertenecen, la Muerte es dulce, claman los poetas en medio de su agonía, pero mi antesala tiene fama de ser realmente cruel. Esas son las palabras de todos.

El hombre soltó un suspiro, preparado de lo que se venía, solo era cuestión de segundos y ya todo habrá terminado, pero quiere escucharle, quiere saber lo que ella tiene que decirle.

-¡Nada puede romper el ciclo!,  pues quienes nacen mortales caminaran tarde o temprano hacía su propio fin. Todos los senderos llevan a mis brazos, ¡es imposible escapar! No necesitabas buscarme, yo te iba a encontrar.  Con tanta seguridad afirmo esto, que te he dado una vida de ventaja.
-Quizás tengas razón, pero ha de haber sido duro trazar este sendero tu sola. - se escucha decir al joven-
La muerte hace un gesto que desconocía de sí misma.

-¿Sola? No entiendo, ¿Por qué no tienes esa expresión como todos los demás?

La muerte, siempre temida, pero jamás reconocida.

-Yo solo quería estar contigo, eso me mantuvo con vida y finalmente estás aquí

¿Qué es esto que siento en mi interior? Él me ha hecho esto. Es como cuando llego a un campo de batalla donde hay miles de cuerpos entregados  a las garras de la muerte, ¿Es esta la expresión que me muestran los soldados? ¿Es esto lo que sienten?, algunos un alivio indescriptible porque pronto el dolor se irá y otros una verdad asfixiante porque no quieren morir. ¡Es un error! Todo esto está mal. Pero ¿por qué? He observado a este hombre caminar por el mundo, a su paso quedan veredas completas de cuerpos en descomposición, y él siempre ha sido capaz de verme.

¿Esto es la compañía? ¿Acaso no disfruté verlo durante todo este tiempo? ¿Un rostro por  vida? ¿Qué es la soledad? ¿Mi existencia es la soledad? Desde siempre he estado así ¿Eso lo hace correcto? ¿Por qué me pregunto todo esto? Ese hombre ha causado algo que no comprendo.

Este es el tipo de hombre que no puedo llevar. Yo no quiero llevarlo.

La sangre de la herida fluye haciéndolo agonizar pero levanta su mano hacia ella. La muerte tiene un impulso, un gesto se dibuja como nunca antes se había visto. Una sonrisa. El hombre también sonríe. La muerte entonces lo agarra de la mano. Ha ocurrido solo un instante más, y ahora tiene un montón de huesos enfrente de ella.

On my eternal road, he shows me the ephemeral bond. It Was At the Ephemeral Moment of Holding the Hand OF the Eternal

Siempre he estado sola, es como he conocido mi propia existencia, tal vez tuve un pequeño momento indescriptible con este hombre, un segundo de armonía,  pero fue un momento fugaz, tan efímero que ya lo siento desaparecer en mi propia esencia, y cuando ocurra, volveré a estar sola.
Como siempre ha sido.

 ¿Qué es mi existencia? Uno, cien, mil años. ¿Cuál es la diferencia? Un impulso efímero tal vez. Nacer significa morir, y mi eterna existencia es una que nunca podrá perecer. Si, una que jamás podrá vivir.

Tal vez ahora



Un edificio se contemplaba por toda la cuidad, era una universidad de prestigio especializada en gastronomía, muchos jóvenes entraban bastante alegres, decididos, y muy seguros de ellos mismos, una joven estaban en la entrada del edificio, ella tenía una expresión de inseguridad.

-Y si ¿no lo hago bien? -Se cuestionó así misma Camille. Ella era una joven de veinte años, de tez blanca, sus ojos de tonalidad rubí, tenía cabello negro, era ondulado y lacio que le llegaba hasta sus hombros, vestía una filipina con un pantalón negro casual -No puedo rendirme, es mi sueño, aun es muy pronto -Así ingreso a la institución un poco nerviosa, caminó temblorosa por los amplios pasillos hasta llegar al lugar donde presentaría su prueba

Camille estaba enfrente de la puerta. Paso saliva, su cuerpo seguía temblando, pero ella no abandonaría su sueño, poniendo su mano en el picaporte abrió la puerta. Había varios utensilios de comida en la habitación, así como mesas de metal y algunas estufas para cocinar. Se acomodó su cabello cuidadosamente metiéndolo en la red para pelo, después coloco su Toque Blanche sobre la cabeza y se preparó desplegando infinidad de cubiertos en una de las mesas.

-Veo que estás lista para la prueba Camille -Un hombre observó a la joven. Su tez era morena, sus ojos eran cafés, su mirada era seria, él tenía la misma vestimenta que ella -Esta vez yo seré el que juzgue tu platillo, sorpréndeme –Bufó.

-Haré lo mejor posible.

Así dio inicio su prueba, al sacar todos los ingredientes y al colocarlos en la mesa, tomó unos simples cuchillos, así comenzó. La Camille que había ingresado a la universidad ese día había desaparecido, ahora se encontraba una joven dando cortes hermosamente, su precisión, su velocidad habían cambiado considerablemente, una sonrisa cubría su rostro. Ella nunca considero cocinar como algo que se hacía por necesidad, siempre lo vio como algo hermoso que no muchos podían conseguir, así desde niña dio su arranque su sueño de ser una de las mejores chefs del mundo. El tiempo transcurría rápido, los minutos se iban consumiendo mientras a Camille no parecía importarle, ella estaba perdida en la belleza de cocinar.

-Se acabó el tiempo, veamos que has conseguido -El maestro se acercó a la mesa de la joven, quedo un poco asombrado, su mesa estaba impecable, no encontró rasgos de suciedad, observó los cubiertos lavados y escurriendo -Me sorprende tu orden Camille, esperemos que el sabor de tus platillos sea de mi agrado

-Gracias, no es nada, para mi cocinar es algo hermoso e indescriptible, por eso quiero ser una de las más grandes chefs del mundo -Comentó orgullosa por su trabajo -Si gusta probar -Ella fue colocando los platillos en orden en la mesa, había distintos platillos, una sopa de pasta, una ensalada César, un corte de res acompañado por finas hierbas
-Bien probemos -El hombre tomó una cuchara y comenzó con la sopa, dio un gran sorbo, su expresión cambio un poco, dio un suspiro y prosigo con cada uno de los platillos, al terminar de probar todos dirigió su mirada hacia Camille -Tiene mucha razón, cocinar es algo hermoso, y con cada platillo me lo has demostrado, tiene gran potencial jovencita, no dudo que llegues a ser grande, felicidades… has pasado esta prueba.

-Gracias -Ella extendió su mano y estrecho la de él, su felicidad y su satisfacción la hacían sentirse orgullosa de su logro.

-Creo que ya es hora de que sueltes mi mano -Sugirió el

-Sí, l-lo siento -Respondió muy abochornada, su éxito evito que se diera cuenta que no lo había soltado.

-Con su permiso me retiro Camille, nos veremos después.

-Si -Al irse el maestro, ella dio un gran suspiro y se quito su toque blanche y su red, no le agradaba el hecho de tener su cabello envuelto en esa “urdimbre” así salió de la habitación.

Camille se encontraba fuera de la universidad, vestía diferente, ya no traía la filipina y había cambiado su pantalón, ahora vestía una blusa de magna larga blanca, unos jeans, y una zapatillas. Dio un vistazo a su teléfono, noto la hora y se sorprendió ya había pasado una gran parte del día, un gruñido resonó de su estomago, había estado tan nerviosa que olvido desayunar.

-Creo que iré a buscar alguna cafetería cercana. -Se dijo a si misma buscando algún restaurante o cafetería.

Su búsqueda no fue tan larga, caminó unos cuantos minutos hasta encontrar una cafetería, parecía ser una cafetería clásica, lo que le llamó la atención fue el nombre de ésta “Que le sommeil” sin buscar más entro a aquél rústico y simple establecimiento… 
Las paredes eran de un color caoba y los marcos de las ventanas verde olivo. Había un olor tan agradable en el ambiente que de inmediato Camille quedó impactada con el lugar.
Se acercó a la mesa más pequeña que había disponible y seguido tomo asiento. Observó de nuevo el lugar y cuando bajó la vista apareció una carta ante sus ojos.
-¿Desea ordenar? –Preguntó un joven con aspecto de ángel; ojos azules y piel blanca; cabello rubio y liso, que caía con gracia en su frente.
-E-eh, A-ah… si. –Balbuceó Camille al ver al joven hombre a los ojos. Miro la carta rápidamente y después volvió sus ojos hacia él. –Quiero un café cappuccino y un omelette  rústico, por favor.
-Entendido. –Dijo el hombre mientras anotaba y momentos después se iba.
-Vaya que hay gente hermosa en el mundo. –Pensó Camille mientras seguía con los ojos persiguiéndolo.
 Fue una comida satisfactoria, sin embargo; Camille sentía que faltaba cierto ingrediente en el omelette.
Si tan sólo hubiera agregado un poco más de sal y no hubiera dejado tanto tiempo al fuego.
Dejó en una pequeña nota bajo la propina al momento de que se iba.
-Vaya… -Soltó el joven hombre asombrado al ver la nota.
Al siguiente día, Camille volvió a ir al mismo café, sólo que esta vez no fue atendida por el mismo hombre de la última vez, ya que este se encontraba atendiendo a las personas en la caja.
-Que lástima. –Se dijo a si misma mientras veía como él sonreía cada vez que alguien entraba al café.
Era un rostro perfecto, contrastado con una sonrisa simple pero encantadora. Sus ojos verdaderamente brillaban cada vez que alguien se iba del café con una sonrisa. Era simplemente espectacular mirar a alguien que amara tanto su trabajo.
Cada día era algo nuevo que Camille encontraba curioso y encantador en aquel hombre, su voz suave pero fuerte; sus manos delicadas pero masculinas; sus movimientos con gracia mientras atendía a las personas, siempre con una gran sonrisa.
Un día Camille se armó de valor y decidió hablarle por primera vez. Las manos le sudaban y apenas podía pensar en otra cosa que no fuera quedar en ridículo frente a aquel hombre. Tenía miedo de arruinarlo todo y no poder volver nunca más a aquel café que tanto adoraba.
Pidió un café y espero unos minutos para dar el primer sorbo. De repente su celular comenzó a sonar y, por los nervios y las prisas no supo que hacer. Meneó su mano en un intento de dejar el café en la mesa, pero este se golpeó con la punta de la misma y se derramó gran parte del café.
-¡Oh, por Dios! –Exclamó ella mientras buscada en la mesa las servilletas, esperando que no se regara el café y llegara hasta sus pantalones.
Uno, dos, tres segundos pasaron para que “algo” apareciera de repente y limpiara perfectamente la mesa.
-¿Un ave? ¿Superman? –Pensó al no poder captar que era lo que había limpiado la mesa, o más bien quién había sido. -¿Una persona? –Dijo al ver como aquel hombre que había estado observando durante los últimos días se ponía recto y la miraba apenado.
-¡Lo siento mucho! –Gritó rápidamente al ver como ella lo miraba asombrada. -¡No quise ser una molestia para usted!
-¿Eh? –Soltó Camille. –No, no… tranquilo, sólo me sorprendiste un poco. –Expuso intentando calmar a aquel hombre.
-Ah, usted es… -Dijo él un poco más tranquilo. –La clienta que siempre deja una pequeña nota.
-¡No puede ser! –Pensó Camille avergonzada. -¡Me ha identificado!
-Mi cocinero me ha pedido personalmente que le haga llegar esas notas siempre que lleguen. Al parecer su orgullo se debilitó un poco al saber que había alguien que creía que su cocina podía mejorar.
-No fue mi intención ofenderlo, lo lamento. –Murmuró para que nadie más los escuchara.
-No, no, tranquila.
-Disculpe… ¿Puedo decirme su nombre? –Preguntó Camille con las orejas caliente por la pena. Temía que aquel joven pasara de ella.
-Claro… me llamo Alexis. –Respondió él con su característica sonrisa. -¿Cuál es el de usted?
-Me llamo Camille. –Exclamó apresurada y emocionada al escuchar que él tenía tan sólo un poco de interés en ella.
-Mucho gusto Camille. –Comentó manteniendo su semblante de siempre.

-El placer es mío Alexis. –Dijo sonrojada ante el que tenía más interés en ella, él la vio fijamente, comenzó a abochornarse cada vez más, sin quitar su mirada de la suya comenzó a murmullar entre dientes, así no aguanto más y por acto reflejo pregunto. -¿Qué no ese es nombre de mujer? -De inmediato tapo su boca con sus manos, súbitamente sólo bajo la mirada. Lo que parecía ser un buen inicio se derrumbo, sólo se hizo a la idea de que él se fuera indignado.

-Si –Rió muy divertido ante la pregunta -Me lo han dicho algunas veces.-

-Lo siento…- Se disculpó ruborizada de sus palabras. Levantó un poco su mirada para ver la suya

-No tienes porqué disculparte Camille. -Aclaro regalándole una sonrisa

El celular sonó una vez más, Camille no prestó debida atención, ella estaba aun perdida en el momento que estaba viviendo. Alexis se acercó un poco más a ella, el rubor en sus mejillas aumentó hasta el punto de tener la impresión de tener fiebre. 
-¿No vas a contestar? -Preguntó un poco preocupado al ver que Camille no reaccionaba.

-S-si -Respondió muy ruborizada. Temblorosa fue extendiendo la mano hasta tocar su celular y contestar. Ella solo respondía con cosas simples a la llamada, sus pensamientos estaban perdidos en esa cálida y dulce mirada de Alexis.

-¿Era importante? -Interrogó interesado.

-Me temo que si… -Dio un gran suspiro y miró con tristeza a Alexis -Lo siento, debo irme…

-Parece que es muy importante… -Él se acercó, puso su mano en su cabello y lo acarició suavemente -No te preocupes por el café, va por parte de la casa, nos veremos en otra ocasión Camille…

Camille se quedo sin palabras, todo había salido muy diferente de cómo lo vio en su mente. Trato de hablar, pero ninguna palabra emanó de su boca así que se limito a asentir y ver partir a aquel que le era un desconocido hasta ese día. Se puso de pie y partió de ahí con un sentimiento que no sabía expresar muy bien.

Así iniciaron a pasar los días, Camille iba mejorando, avanzando un paso más cada día para alcanzar su sueño. Se daba prisa de terminar sus clases, para ir a la cafetería. Se había vuelto una costumbre, sentarse en la misma mesa donde habían hablado por primera vez con él, el mismo camarero, conversar acerca de sus sueños y de cómo se sentía. Siempre un nuevo platillo que ponía a prueba al cocinero que siempre trataba de llenar las expectativas de Camille sin éxito alguno.

El día no era alentador, cantaros de lluvia azotaban a la cuidad, no daba tregua alguna. Camille apenas salía de sus clases, observó la furia con la que azotaba la lluvia, pero no podía quedarse todo el día en la universidad, tenía deseos de ir a la cafetería de Alexis, tenía ganas de verlo. Así que se armó de valor y dio inicio a su cometido.

El camino no era largo, pero le parecía eterno, el agua nublaba su vista, así cada paso le fue un desafío, una proeza que realizo con determinación. Así por fin llego a la cafetería, que para su sorpresa estaba cerrada… una tristeza combinada con un manto frio y mojado la acogieron, así quedo recostada en la paredes y se abrazó a si misma, aun lado de la cafetería, esperándolo ver, esperando hablar con él.

Una silueta se divisaba a lo lejos, Camille la miro con esperanzas, entre más se acercaba sentía su palpitar más rápido, ¿Será Alexis? Se cuestionó esperando estar en lo correcto. Sólo fue una silueta que pareció imaginar, así se desvaneció en la inmensa lluvia.

-Que tonta fuiste Camille…-Se regañaba a sí misma, un semblante de tristeza se apoderó de ella, unas cuantas lágrimas escurrieron, la lluvia las cubrió perfectamente.

-No eres tonta, yo no lo creo -Animó Alexis a un lado suyo, extendió su sombrilla para cubrir el mojado cuerpo de Camille.

-Al-Al-Al -Balbuceó avergonzada por verlo después de decirse eso.

-No digas nada Camille, ven entremos, no quiero que te resfríes -Sugirió sonriendo como de costumbre, la ayudo a ponerse de pie y ambos se dirigieron a la entrada trasera.

Alexis llevo a Camille a la mesa de siempre, ella quedo de pie y el entro a la cocina. Salió con un par de toallas y un poco de ropa de él. Camille pudo secarse, su ropa estaba empapada, tomo la ropa de Alexis y entró a la cocina. Él sólo espero afuera.

-Gracias, Alexis -Dijo saliendo muy ruborizada por el gesto de Alexis.

-Descuida, y dime ¿Por qué viniste con esta lluvia? -Preguntó un poco divertido.

-No le digas la verdad -Pensó Camille sonrojada. -Es que me gusta venir a… a… a comer, si… eso es-Se excuso riéndose nerviosamente.

-Pero hoy solo vine yo -Dijo sonriendo ante la escena que viva.

-Yo… ¡yo quiero cocinarte! -Exclamó abochornada sin pensar en lo que dijo.

-Bien, sígueme -Sugirió dando una de sus tantas sonrisas, tomó de la mano a Camille y la llevó hasta la cocina.

-¿A don-donde va-amos? –Interrogó sonrojada al sentir la mano de Alexis con la suya

-Vamos a que cocines -Aclaró él sin darse cuenta que ella había inventado esa excusa.

Así llegaron a donde se encontraba todo, varios refrigerados a los costados, varias parillas, estufas y un sinfín de utensilios para la preparación de alimentos se encontraban en esa sala.

-Tómate el tiempo que desees, yo terminaré los demás preparativos -Con una reverencia Alexis salió de la cocina.

-Bien Camille, este es el momento de impresionarlo -Exclamó para si misma muy entusiasmada.

Tomando los ingredientes y los cuchillos, empezó a moldear la comida, como era costumbre para ella, dejó que su talento la guiara dando cortes, rebanando verduras. Con pasos hermosos y sutiles en unos cuantos minutos finalizo con la preparación, había hecho unas pechugas cordón blue. Satisfecha de su platillo se dispuso a salir de la cocina.

Quedó perpleja al ver como Alexis había preparado el ambiente, apagando todas las luces se apreciaba un azul cielo producto de la lluvia que caía por toda la cuidad, unas cuantas velas puestas en todas las mesas rusticas dieron a Camille una reconfortante sensación de tranquilidad. Ella se acercó a la mesa donde siempre había comido, encontró una nota que decía “reservado.”

-Lo lamento señorita, esta mesa esta apartada para una mujer especial -Alexis se acercaba con una botella de vino.

-¿Especial? –Interrogó perpleja. Su corazón palpitaba muy rápido al ver como Alexis se acercaba más a ella.

-Si -Respondió con un semblante tranquilo y regalándole una sonrisa de las que tanto lo caracterizaban -Es para alguien muy especial… pero creo que no vendrá, gusta acompañarme mientras ella llega a hacerme compañía.

-¡No digas bromas Alexis! -Exclamó totalmente avergonzada.

-Pero no es una broma -Se acercó a Camille, hasta que ambos rostros estuvieron frente a frente, él se acercó mas a ella. Sonriendo acortó mas la distancia y se acercó a su oído -Pero no es una broma, esta silla está reservada para una joven muy especial. -Susurró en tono dulce. Tomo la bandeja de Camille y la sirvió en la mesa -¿Gusta acompañarme en esta comida?

-S-si -Fue la única respuesta de ella, se dirigió a la mesa, sus movimiento eran los de un robot, torpes y lentos. Su respiración era cada vez más rápida, sus manos iniciaban a sudar y las palpitaciones de su corazón eran más fuertes que sentía que su corazón iba a reventar en cualquier momento. Con esfuerzo se sentó en la silla.

Alexis serbia todo con delicadeza, sin que una gota de vino se le derramara, sin que las porciones de comida fueran más grandes que otras, colocando los cubiertos en orden perfecto.

-¿Cómo te encuentras? -Interrogó dando un bocado a su comida.

-Bien, gracias -Respondió más tranquila y un poco mas relajada.

-Ya veo porque el cocinero no puede cumplir con tus expectativas, esto esta delicioso -Felicitó dando otra probada -Y dime, ¿Por qué quieres ser chef? -Preguntó al terminar de comer.

-Creía que ya te lo había dicho -Comentó ruborizada ante la felicitación de Alexis.

-Creo que lo olvide -Dio una carcajada leve.

-Está bien -Dijo resignada ante la respuesta de él. -Para mí la cocina no es algo que se haga por necesidad, es un arte… al cocinar, es hermoso e indescriptible. Por eso quiero ser chef, para deleitar a las personas con todo clase de platillos.

-Así que eso era -Comentó un poco más serio -No es tan diferente como el mío ¿Ya te lo conté no es así?

-Creo que lo olvide –Exclamó apresuradamente, su rostro estaba totalmente rojo sin decir más puso las manos sobre su boca, evitando emanar alguna otra cosa vergonzosa.

-Descuida, -Rió. -En esta cafetería he visto todo tipo de cosas, todo tipo de emociones que no puedo describir, esta cafetería es una como una persona, experimenta de todo dentro de ella. Así que la funde para poder llevar todos esos momentos especiales a más personas.- Terminó mirando al techo con su mirada perdida en el.
-Alexis… No lo sabía -Pensó sorprendida. Intentó  tocar su hombro pero los nervios la traicionaron, trató de nuevo corriendo con la misma suerte.
-No importa, creo que me deje llevar -Se disculpó un poco avergonzado -Que dices si terminamos.

La comida siguió su curso, ambos estaban sonrojados, pero ninguno iba a expresar lo que sentía estando en compañía del otro, no querían arruinar tan hermoso momento. El tiempo transcurrió, la mayoría de velas se habían consumido, la lluvia llego a su apogeo. Para ambos seguía siendo el mismo momento, los mismos sentimientos se hacían más latentes a cada segundo que ambos se miraban. El teléfono del establecimiento resonó por todo el establecimiento arruinando la atmósfera que ambos estaban viviendo.

-Discúlpame un momento Camille, regresaré pronto -Alexis se levantó y fue a contestar el teléfono.
-S-si -Asintió nerviosa viendo alejarse cada vez más lejos -Reacciona Camille, no puedes seguir así todo el día -Murmuró entre dientes para no ser oída.

La llamada se prolongó más de lo que Camille hubiera querido, ella jugaba nerviosa con su copa de vino. El celular de ella también sonó, su sorpresa fue grande al saber que los maestros de la universidad querían hablar con ella al día siguiente, ella sólo sonreía contentando con un “si” a todo lo que le decían. Ella colgó, guardó su celular y notó que Alexis había ya terminado de contestar por igualmente su llamada.

-Y bien, ¿Era importante? -Preguntó muy entusiasmada ante las noticias que había recibido
-…No lo era, sólo… Tengo que salir -Respondió sonriendo, ocultando la noticia que del mismo modo que le habían dado -Lo siento Camille… debo partir ahora.
-…Está bien -Dijo un poco triste, el momento que pasaron había finalizado, pero disfrutó cada momento en su compañía, y todo mejoraba para ella.
Camille se puso de pie y tomo su ropa aun húmeda, se acercaba a la salida trasera, sin mirarlo prosiguió hasta abrir la puerta de salida. Sintió una brisa fría correr por todo su cuerpo, ella quedó inerte por unos segundos. Alexis se acercó decididamente hacia ella.

-Camille… -Llamó suavemente Alexis.
-¿Sí? -Interrogó dando la vuelta encontrándose con él a unos pasos de ella, trató de decir algunas palabras pero no emanaba alguna de su boca.

Alexis tomó suavemente la mano de ella, llevándola tiernamente hasta su mejilla; con la mano libre tomo la mejilla de Camile; ella estaba muerta de lo abochornada que se encontraba, sintió lo cálido de su mejilla, una tersa y suave piel. 
-Yo… -Balbuceó nervioso por no tener las palabras adecuadas para decir lo que estaba pensando. -¡Espero verte mañana! –Exclamó con entusiasmo, a pesar de que eso no era lo que quería decir.
-S-si… claro. –Soltó Camille algo confundida.
Al día siguiente la lluvia se había calmado, ahora sólo quedaba un clima nublado con algo de aire de por medio. Camille primero fue a la universidad a hablar con sus profesores, y después; como era de costumbre, fue a su café favorito…
-¿Se encuentra Alexis? –Preguntó directamente a una simpática mesera con la cuál ya había entablado pequeñas conversaciones en sus tantas visitas anteriores.
-Si, creo que está en la parte trasera. –Respondió con su tono alegre.
-Gracias. –Dijo Camille mientras se dirigía a dicho lugar.
Los nervios la mataban, y las manos le sudaban mientras caminaba dudando de que sí lo que iba a hacer era lo correcto. Llegó a la parte trasera del café y ahí encontró a Alexis sentado sobre una caja de madera con las manos sobre la frente, como si algo estuviera atormentándolo.
-¿Alexis? –Preguntó dudosa mientras intentaba encontrar sus ojos con los de él.
-¡Camille! –Gritó de golpe al ver a la fémina llegar de la nada. –Perdón, justamente estaba pensando en ti y que aparecieras justo enfrente de mí… -Expuso al ver la expresión de sorpresa combinada con espanto de ella.
-No te preocupes… -Dijo con las mejillas sonrojadas. –Y…  ¿Por qué pensabas en mí?
-Ah, ah… es por… -Reacciono evadiendo la pregunta de Camille. -Venías por algo en especial, ¿no es así? –Sugirió mientras se acercaba a ella y los dos se ponían más rojos de lo que ya estaban.
-Si… pero dime tú primero que era lo que ibas a decirme. –Comentó ella dándose cuenta de las intenciones de él de no responder.
-¡No, no! –Exclamó de golpe pero sin sonar grosero. –Tú viniste hasta aquí a decirme algo… vamos, dilo.
-Está bien… -Dijo Camille con un suspiro. –Mis profesores creen que tengo mucho talento… y han decidido darme una beca para irme a Paría a estudiar. –Ninguno de los dos mostraba alguna sonrisa al escuchar la “buena” noticia, y Alexis se dio cuenta de que su expresión estaba mal, así que rápidamente sonrió con alegría y tomó a Camille por los hombros.
-¡Felicidades, Camille! ¡Al fin han reconocido tu gran talento! –Exclamó haciendo que ella pusiera una mueca que demostraba su disgusto. -¿Qué pasa?
-Es verdad que estuve esperando esta oportunidad por mucho tiempo… pero la verdad es que no quiero irme y dejarte, porque yo te a-
-Voy a irme a Alemania. –Espetó sin dejar de Camille terminara o más bien esa era la intención.
Por unos momentos quedaron en silencio, pero después Camille comenzó a llorar a cántaros… Alexis no sabía que hacer así que tan sólo le dio un abrazo y dejó que llorara en su hombro.
-Ya veo… -Soltó ella después de un rato. –Así que eso era, entonces… -La dio la espalda y se acercó a la salida. –Creo que esto es un adiós, ¿No?
-Si, así es… -Dijo él mientras intentaba suprimir sus lágrimas. –Adiós, Camille… te amo.
-Si, y yo a ti.

Era una fiesta de lo más elegante, con personas de la alta sociedad en ella… una mujer de aproximadamente unos 45 años se acercó junto a otra más grande a un grupo de empresarios.
-Señores… -Exclamó la más grande. –Quiero presentarles a la reconocida chef, Camille.
-¡Oh! –Soltó el grupo de hombre a excepción de uno que se acercó discretamente a las mujeres e hizo una pequeña inclinación de cabeza.
-Ha pasado tiempo, Camille. –Dijo el hombre con una gran sonrisa en su rostro.
-Si, espero te encuentres muy bien. –Respondió la mujer con un semblante de delicadeza y felicidad.
-Mira, Camille… por allá se encuentran los Señores Machigan. –Murmuró la que acompañaba a Camille mientras la jalaba levemente por el brazo.
-Nos veremos después, Alexis. –Dijo Camille mientras caminaba lentamente.
-Si. –Soltó él con la mirada de aquél joven que se había separado de la única mujer a la cuál había amado.
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